domingo, 30 de junio de 2013

Baraka (1)



Cae la tarde en Ol Pejeta. El azul del cielo se intensifica, mientras que la grama pasa de ser verde a ser naranja. Baraka disfruta del pasto, lo come a placer con su hocico pegado al suelo. Es el único sentido en el que puede disfrutar plenamente, ya que a su edad, está casi ciego y oye muy poco.

Tampoco tiene su cuerno, lo perdió de joven, cuando un grupo de cazadores lo emboscó y le quitó su cacho, con el propósito de venderlo en el mercado negro y de seguro parará en el estante de algún curandero local en Kenya.

Esa es la desventaja de ser un rinoceronte en África, pero Baraka es uno muy especial, es uno de los cuatro que quedan con vida de la especie de los rinocerontes blancos.

Él no está consciente de eso, por lo que disfruta de la grama como si no hubiera mañana. Pero sus acompañantes sí lo están. Cuatro de los mejores soldados de Kenya rodeaban a Baraka. ¿Por qué? Porque están dispuestos a mantener vivo al último de los rinocerontes blancos contra los cazadores que a veces invaden el reservorio de vida salvaje más grande del país.

Chitundu, Wambua, Sabra y Jalil mantenían su vista en los cuatro puntos cardinales. Chitundu se acercó al animal y no pudo evitar una sonrisa.

Chitundu
Vaya que tienes hambre hoy, Baraka.

Sabra (sin quitarle la vista a un punto en el horizonte)
Lleva rato comiendo así. Casi no ha comido en todo el día, pero aprovecha los últimos rayos de sol.

Jalil (viendo a Chitundu)
Agarró esa costumbre la semana pasada, lo noté aquel día en que se me rompieron las botas, parece que siente que se va el día y aprovecha para cenar.

Wambua (riendo)
Menos mal que existe Baraka, sino ¿De qué hablaríamos?

Todos ríen. Chitundu acaricia a Baraka y le guía para que camine en dirección a su corral, que está a unos 100 pasos, pero con el rinoceronte, será una travesía lenta.

Jalil
Por cierto, compañeros. Mi esposa está embarazada 

Chitundu
¿Sabes, Jalil? En otro caso hubiera dicho, felicitaciones, pero en tu caso preguntaré ¿Otra vez?

Todos ríen.

Jalil
Así es, tiene cinco semanas. Nos los dijo el médico ayer. Será mi sexto heredero.

Wambua
O heredera.

Sabra
Un bebé siempre es una bendición. Felicitaciones, Jalil

Jalil
Gracias... pero muchachos, Chitundu, ya no podré seguir con ustedes. Debo buscar un trabajo que me de más dinero. Esto apenas sirve para sustentar a mi familia y ahora que viene un nuevo...

Chitundu (ve por encima de su hombro a Jalil, pero sigue caminando)
Es tu decisión, hermano Jalil, sabes que siempre tendrás las puertas abiertas aquí.

Jalil
Sí, lo sé. No quisiera dejarlos y menos a nuestro Baraka ¿De qué hablaré con mi esposa?

Todos ríen. Excepto Chitundu que mantiene su vista al corral.

Sabra
La vida a veces nos pone bifurcaciones e incluso hay curvas tan pronunciadas que nos llevan al mismo camino. Quizás algún día puedas volver, Jalil, y aquí estaremos y tengo fe, que también estará nuestro Baraka.

Wambua se adelanta y le abre el corral a Baraka. Un cerco de troncos gruesos, Chitundu lo lleva hasta el centro del sitio arenoso, le acaricia su lomo y se despide. Sale del corral y sus compañeros le esperaban. En silencio, pero con los rifles todavía en mano, caminaron hacia la casa principal del refugio. 100 pasos más hacia el norte del corral.

Ya no había sol y los soldados caminaban en la oscuridad. Wambua empieza a cantar un tema que se le había quedado en el cerebro después de escuchar la radio. El resto del grupo le apoyó con aplausos al ritmo  de la música. Reían, gritaban, hasta que un sonido les heló la sangre.

Chitundu detuvo el paso.

Chitundu
¡Hienas!

El grupo regresó como si se tratara de una falange romano. Todos juntos, corrieron al mismo ritmo y con la máxima velocidad que les permitieran sus piernas.

Jalil fue el primero en llegar a la cerca y empezó a disparar hacia el aire. La risa de las hienas terminó y sonaron sus patas huyendo. El cuarteto de soldados se paró alrededor de Baraka, que parecía dormir placidamente, desconociendo lo que sucedía a su alrededor.

Sabra
La paciencia es un árbol de raíces amargas pero de dulces frutos.

Chitundu
¿Crees que regresarán, Sabra?

Sabra
Creo que debemos esperar un rato, por si acaso.

Cada soldado tomó su punto cardinal. Cada uno veía al horizonte, menos Jalil, quien observaba fijamente al rinoceronte dormir.

@mynameisteo