viernes, 26 de julio de 2013

Seis (3)

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Armando salió tan rápido como pudo, tomó el celular de Alfonso de la escalera y volvió a la casa. Usó cada uno de los tres seguros de la gran puerta de madera tallada para reafirmar que estarían bien encerrados dentro de la casa de sus padres.

Julia abrazó a Krystal y caminaron a paso acelerado al cuarto de la morocha, que era la habitación más lejana de las ventajas de la casa. Armando y Hermes fueron detrás de ellas. El morocho fue el último en entrar al cuarto y cerró la habitación.

Armando se dejó caer al suelo, con su espalda rozando la puerta. Hermes se quedó parado en el minúsculo espacio entre la cama y el closet. Krystal se echó a la cama con Julia, ambas con sus manos agarradas y sin poder aguantar los nervios.

Pasaron unos cuantos minutos, que se volvieron eternos en un silencio tenso.

Armando
Si esto es una broma... y espero que sea así... es muy, muy pesada.

El frenético sonido de la música electrónica, proveniente del celular de Alfonso, hizo que los cuatro amigos saltaran del susto. Armando chequeó para ver de quien se trataba. La pantalla marcaba "Rafaela".

Armando
¿Aló? ¿Rafaela? ¿Aló?

Julia, Krystal y Hermes no le quitaban la vista de encima a Armando que se mantenía sentado en el piso. Su cara expresaba la confusión total que pasaba del otro lado de la línea. De golpe se quitó el celular de Alfonso.

Armando
Oficialmente estamos jodidos: tiene a Rafaela.

Hermes
Pero... ¿Cómo? ¿Por qué?

Julia
¡Yo sabía que algo andaba mal, estos no son juegos! ¿Pero qué te dijo?

Armando
No se entendió nada. Solo sonó la risa esa que nos ha jodido la noche. Eso es todo lo que sé.

Krystal
Chama... pero no entiendo nada... es decir... era más fácil agarrarnos a toditos aquí a esperar a que Alfonso se fuera, agarrarlo, después ir por Rafaela... después volver... es todo muy confuso.

Julia
¿Y si Rafaela fue la que volvió? Recuerda que ella me dijo que volvía y con lo porfiada que es ella.

Armando
En fin, eso no lo sabemos ahora. Lo importante es mantenernos juntos de ahora en adelante, si Krystal quiere un trago, todos iremos por el trago, si Julia quiere un sadwich de pera con chorizo, todos vamos por el sandwich, si Hermes quiere ir al baño...

Hermes (interrumpiendo)
Eh... estoy seguro que el acosador no estará en el baño, así que tranquilos... puedo ir solo.

El cuarto volvió a quedar en silencio y Julia lo rompió con una sonora carcajada. Armando y Krystal se contagiaron y por último Hermes se unió a las risas. Parecía que era la cura ideal, la pelirroja respiró profundo y soltó sus manos de Julia. La morocha se dejó caer en su cama y quedó viendo fijamente el techo. Armando se levantó.

Armando
Bueno, creo que es mejor llamar a la policía. Insisto en que sea una mala broma.

Hermes
¿Y qué le dirás a la policía? ¿Que tenemos dos amigos perdidos? Sabes que no te pararán ni media pelota.

Krystal
Podemos decirles que sospechamos de un secuestro, como está la inseguridad ahora sí nos pararán.

Armando
Tu eres abogada, Krystal, ¿No conoces ningún policía de confianza?

Krystal
No, Armandito, los que conocía los movilizaron a la capital. Creo que tendremos que intentar con el número de emergencia.

Hermes
Creo que no resultará nada bien.

Julia (todavía viendo al techo)
Creo que estás muy negativo, mi flaco. Relájate. Ven. Siéntate en la cama.

Hermes hizo caso con mucha timidez y de forma lenta se sentó al lado de Julia, quien no cambió su postura. Armando se puso en pie, marcó el teléfono de emergencia y esperó a que alguien atendiera. En lo que lo hicieron empezó a dar los detalles de lo que había sucedido hasta ese momento.

Krystal tomó el control del televisor de Julia y lo encendió, empezó a cambiar canales sin observar lo que estaba pasando frente a sus ojos. Julia volteó su cara hacia la pantalla. Hermes seguía cada movimiento de Armando, escuchaba cada palabra que otorgaba a la operadora, hasta que trancó el teléfono.

Armando
Bien, enviarán a una patrulla. Llegarán en 15 minutos.

Krystal (viendo su reloj) 
Son las 10:12 de la noche, así que a las 10:27 deberían estar aquí.

Hermes
Yo no estaría tan seguro... tu sabes como son los policías acá.

Julia
Ay, Hermes, deja el bendito tema de la negatividad. Es lo que menos necesitamos ahora.

Armando (interrumpiendo)
Bueno, bueno, vamos a hacer algo mientras esperamos. Metamos el carro de Hermes al garaje.

Julia se levantó de su cama echa una fiera. Sus ojos se habían vuelto rojos de pura rabia. Hermes saltó de golpe y Krystal resopló de puro fastidio.

Julia
¡Es que te has vuelto loco! ¿Quieres que nos termine de agarrar a todos?

Armando
No, lo que quiero es no darle más cancha al tipo. Relájate. Si dejamos el carro de Hermes ahí, le damos más chance de que tenga donde ocultarse, además si pasarán la noche aquí, no veo conveniente dejar el carro afuera toda la noche.

Julia (todavía fuera de sí)
¡Tampoco veo conveniente salir cuando no sabemos que está pasando allá afuera!

Hermes trata de calmar el asunto. Se interpone entre los dos hermanos.

Hermes
Ve, Armando, tienes razón... (antes de que la morocha hablara aceleró la ídea) y tu también tienes razón, Julia. ¿No sería mejor...? Digo... ¿...Si esperamos a la policía? Y ahí sí movemos el carro.

Armando (casi gruñendo)
Está bien, está bien. Pero cuando se trate de intentar dar ideas para subsistir a esta situación, no me llamen, que ya no daré más opciones.

Julia
Pues me parece muy bien, si tus opciones son las de entregarnos en bandeja de plata al loco ese que está allá afuera.

Krystal le subió el volumen al televisor. Un videoclip de música alegre rompió la tensión entre los hermanos. La pelirroja sonrió y agarró a su amiga por la espalda, la tiró a la cama. Hermes sonrió y Armando se quedó de brazos cruzados recostado a la puerta.

A Julia le costó sonreir al principio, pero luego se dejó llevar. Ambas cantaron a todo pulmón la canción que sonaba en el canal de música. Hermes se limitaba a observar a las chicas desahogando su rabia en la cama. 

El sonido de la patrulla fuera de la casa detuvo el momento de alegría. Los cuatro amigos salieron en grupo al frente y ahí estaba la patrulla de la policía con sus luces rojas y azules dando vueltas sobre el techo de la camioneta. Un oficial estaba recostado de la parte del frente del vehículo, el otro estaba en el portón de la casa de los morochos.



Andrés
Buenas noches, soy el oficial Andrés Suárez ¿Ustedes llamaron a emergencias?

Armando
Sí, oficial, yo fui quien llamó. Mi nombre es Armando y la cosa es que estábamos reunidos...

Mientras que el morocho daba detalles sobre lo sucedido, el otro policía echó un vistazo hacia la plaza del frente. No había nada entre esos banquitos de cemento y arbustos de gran tamaño. Ni siquiera un gato callejero.

Andrés
Entiendo. Entonces usted tiene el teléfono de su amigo... ¿Hay algún familiar de ellos que podamos contactar a esta hora?

Armando
Bueno, los dos viven solos. La mamá y el papá de Rafaela murieron cuando era niña y Alfonso no le habla a su familia... así que no sé a quien pudiéramos contactar.

El oficial sacó una tarjeta de su bolsillo, ahí estaba su número celular y su correo electrónico. Mientras que Julia abrió el portón blanco del garaje para que Hermes metiera su carro, justo detrás de la camioneta de Armando y al lado del corsa de Julia. 

No había espacio para el malibú de Krystal, pero poco le importó a la pelirroja dejar su carro afuera. Tenía un sistema de seguridad muy bueno.

Andrés
Si sabe de algo, no dude en llamarme. Nosotros vamos a monitorear el lugar esta noche y daremos una vuelta entre esta casa y la casa de sus amigos. Que tengan buenas noches.

Armando
Gracias, oficial.

Los cuatro amigos volvieron a la cocina de la casa. Buscando como sería el plan.

Julia
Creo que no todos cabemos en mi cuarto, así nos gustaría, tenemos que descansar.

Hermes
Eso me preocupaba a mi (suelta una risa nerviosa) ¿Cómo haríamos?

Krystal
Si fuera una situación normal, les diría para que las mujeres durmiéramos en el mismo cuarto, pero no creo que sea provechoso con el loco suelto.

Julia
Tienes toda la razón, Krystal. Te voy a prestar algo para que duermas más cómoda. 

Las damas salieron en dirección al cuarto de Julia. Armando y Hermes las siguieron, pero en el pasillo doblaron hacia el cuarto del morocho.

Armando
Bueno, mi pana, parece que tendré que prestarte algo para que duermas con mi hermana... ¡Cuidado con una vaina!

Hermes
Nojombre, Armando, ¿Tu crees que con un loco acechando pudiera tener una erección? ¡Que va pana!

Ambos ríen y entran a la pieza del morocho. Una ventana daba hacia el patio de la casa. Las paredes eran blancas y una cama individual estaba pegada a la pared. Frente a ella había un gran escritorio con una enorme computadora, cuya pantalla cubría casi todo el cuarto.

Armando abrió el closet y sacó del último compartimento unos shores y una franela blanca.

Armando
Creo que esto será más que suficiente para ti. Somos amigos de toda la vida, pero no creo que tengamos el nivel de prestarnos los interiores.

Hermes se empezó a vestir lo más rápido que pudo. Armando se tomó la cosa con calma, se quedó en sus boxers azul marino y ya su amigo estaba vestido. Unos golpes en la puerta del cuarto interrumpieron el momento.

Krystal
¿Se puede?

La pelirroja ya había entrado, vistiendo un mono azul y un guardacamisa blanco con una almohada en sus manos. Ahí estaba Armando, totalmente desprevenido. Intentó no darle importancia al asunto mientras desesperado buscaba un short.

Hermes
Eh... bueno, que descansen. Me voy rápido a la habitación con Julia... bueno, por lo del loco... ¿No? No es por otra cosa... yo...

Krystal
¡Ajo, Hermes! Estas loquito por pasar la noche con el amor de tu vida. Si tienes chance dile que la amas ¡Eso le encanta a las mujeres! (ríe)

Hermes se retira de la habitación, con su ropa en una mano y con la otra le muestra el dedo del medio a la pelirroja.

Armando se termina de vestir y Krystal acomoda la cama. 

Krystal (sacudiendo la sabana)
¿Y aquí cabemos los dos?

Armando
Sí... bueno... no... bueno cabíamos cuando eramos chamos.

Krystal
Cuando éramos chamos yo pesaba como 10 kilos menos.

Armando
¡No hables paja, vale! Que te ves muy bien así como estás.

Ambos sonrieron, pero no dijeron nada. Armando volvió a su armario, y desde un compartimiento superior, sacó un sleeping bag de color amarillo. Lo acomodó entre la silla del escritorio y el frente de su cama, donde Krystal ya se había acostado viendo hacia la pared.



Armando
Buenas noches.

Krystal
Buenas noches, Armando

El morocho apagó la luz y solo se vio el reflejo de los focos que provenían del patio. Entró como pudo en el sleeping bag y se quedó viendo el techo.

Krystal
Es raro... todo esto... es raro

Armando
Sí, bueno, a mi tampoco me había acosado un maníatico antes.

Krystal
No, tonto... desde que almorzamos la semana pasada no hemos vuelto a hablar tu y yo... solos ¿Me has estado evitando?

Armando
¿Cómo evitarte si vienes todos los fines de semana a mi casa... fastidiosa?

Ambos rieron. Krystal volteó su cuerpo para quedar frente a Armando, excepto por la distancia que había del suelo a la cama.

Krystal
Sí... yo seré la fastidiosa. Al menos yo no tengo años planeando un almuerzo ¡Imaginate cuando volvamos a hablar en privado pasarán como cinco años más!

Armando
Estás agrandada porque te confesé que te quería invitar a almorzar desde que empezamos en la universidad.

Krystal
¿Y qué tiene de malo? ja, ja, ja, además, pasaron cinco años para que me invitaras a almorzar

Armando
¿Y qué iba a hacer? ¿Que rompieras con Oscar? ¿O invitarlos a los dos?

La pelirroja volvió a reir. Sus ojos brillaban en la oscuridad, o al menos así le parecía a Armando cada vez que se veían.

Krystal
Ay... Oscar... ese perro... pero bueno, él es historia pasada. Hablemos del futuro ¿Pa' cuando hablamos?

Armando
Estamos hablando ahora ¿O no?

Krystal
Estamos hablando ahora porque un loco sádico no nos deja opción. Si esto no hubiera pasado, yo estaría en mi casa durmiendo ya. 

Armando
¿Durmiendo tu a esta hora? A esta hora estaríamos escuchando los cuentos de los culos del gimnasio de Alfonso, esa es una fija en cada reunión.

Krystal
Ja, ja, ja, sí, ojalá no le haya pasado nada al loco y mañana lo veamos. Sonriente, echador de vaina, con sus cuentos que parecen de otro planeta. De sus masajes sabrosos en la espalda, que solo él sabe dar cuando estamos en mucho stress.

Armando
Sí, el pana de verdad que es muy atento, ¿Sabes una vez se me acercó preguntándome qué me pasaba? Le dije que nada... pero que va, fue inútil, siguió preguntando hasta que terminé desahogándome con él. Lo de no conseguir trabajo me tiene bastante golpeado.

Krystal
Sí... él... y Rafaela. Los dos son muy sensibles, saben cuando uno se siente mal. El otro día Rafaela me brindó unos tragos porque sabía que no me había ido nada bien en los tribunales. Me vio la cara de molesta en la calle, no se la pude ocultar. Al final se montó en el malibú y me llevó a un sport bar en el centro. Yo hablé casi por tres horas seguidas. La chama no me interrumpió ni una vez... y pagó la cuenta... sabes... ella con la poquita plata que gana en la escuela, no le importó pagarme la cuenta...

Ambos suspiraron, con sus miradas en el techo, esperando porque sus amigos estuvieran bien.

Krystal
Cuando termine todo esto... cuando veamos a nuestros amigos y le demos un abrazo... tu me llevarás a algún sitio... y hablaremos. Hablaremos mucho, sé que tenemos mucho de que hablar.

Armando
Me parece justo...

Ambos permanecieron en silencio. Sin decir una palabra.

A lo lejos, la risa macabra retumbó hasta llegar a sus oídos.

Continuará...

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